Acto seguido, con las precauciones del caso, tomó el gollete que casualmente dejó un largo pedazo de vidrio filudo direccionado a la base de la botella. El ayudante González tomó la prenda de vestir y la dejó estirada, entonces el Jefe hizo pasar el pedazo de vidrio que calzó perfectamente con la cortadura semicircular.
—Lleven la camisa del occiso y el cuello de la botella al laboratorio; estoy seguro que las huellas digitales corresponden a este infeliz delincuente —dirigiéndose al criminal que ya había abandonado su insolencia—. Juan Diablo, quedas detenido por el asesinato de Francisco Dellorto…
Le dijo sus derechos y el hampón inclinó su cabeza, confesando que había discutido con la joven víctima porque ésta deseaba drogas y no tenía dinero. El joven se enfureció ante su negativa a entregarle el estupefaciente y trató de golpearlo con una botella vacía que portaba que cayó al suelo donde se quebró; con la fuerza de su ira y desesperación por la falta de la droga, logró botar al narcotraficante y éste tomó el gollete con forma de estilete que le quedó a mano y sin vacilar lo clavó en el pecho de su agresor.
Mirando el suelo Juan Diablo, agregó: “Cuando me di cuenta que había matado a Francisco, arrojé el gollete a un basurero, donde seguramente lo encontraron los funcionarios”.
Y así, el Comisario Marín con sus subalternos, el Inspector Carrados y el Detective González, sin intervenir en el interrogatorio aclararon el homicidio y “abrocharon” la confesión de Juan Diablo con sus huellas digitales en la improvisada arma de vidrio.
Por cierto ambos sabuesos, por orden del “Viejo Prefecto”, no recibieron la felicitación que les dieron a los Detectives que interrogaban a Juan Diablo, pero ganaron un mayor aprecio de su Jefe directo, el Comisario Calderón, y la admiración de todos los “ratis” que supieron la historia.
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* Enlaces para seguir en sus aventuras al Sr. Jaime Olate:
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